En tiempos de emergencia sanitaria.

Hace apenas unas semanas, pocos podían imaginar el contexto en el que nos encontramos hoy. Una pandemia planetaria, un tercio de la población mundial confinada para tratar de minimizar el impacto del contagio, millones de infectados y miles de muertos. Desconcierto, incertidumbre, miedo. Se nos antoja lejano el pasado de los abrazos, de la libertad de circular, las densas agendas laborales; el futuro se presenta inimaginable plagado de incógnitas.

Algo tan aparentemente irrelevante, venido de lejos ha puesto al descubierto nuestra vulnerabilidad. Pero también ha hecho emerger preguntas que nos costaba afrontar, distraídos con otras preocupaciones «más urgentes»: ¿qué nos hace recuperar la seguridad?, ¿qué o quién sostiene nuestra certeza?, ¿qué sentido tiene el sufrimiento?, ¿cuál es el valor de mi vida?, ¿cómo puedo ayudar yo?

Hemos reconocido con agradecimiento personas, momentos, testimonios que han introducido un poco de luz entre tanta confusión. Han sido presencias realmente amigas que con gestos o palabras nos han recordado dimensiones verdaderas de la vida: el inmenso valor de cada ser humano, el potente motor del bien y la misericordia, la unidad última con cada ser humano, especialmente con el que sufre, el hecho de que en última instancia, uno no está solo.

Y hemos tenido la ocasión de ver hechos potentes que afirman el bien y la vida: Un gusto por el silencio; un afecto y una ternura renovadas por los cercanos; personas que se dejan la piel por los demás, por gente desconocida; una empatía hacia el otro, que no se ve como un peligro, sino como un hermano; un agradecimiento por la vida; un gozo consciente por el presente.

Todo esto también ha venido con el virus, paradojas de la vida. Es en las circunstancias (incluso en las dolorosas y desconcertantes) donde uno es capaz de aprender, de ser cada vez más humano -mucho más que en la introspección circular de las propias opiniones.

En este contexto, estábamos concluyendo la primera fase de la dirección de las obras de la ampliación del Hospital Morales Meseguer de Murcia, el que iba a ser nuevo Hospital Onco-Hematológico y Hospital de Día. Cuando apenas faltaban ciertos repasos y puesta en funcionamiento de las instalaciones y legalizaciones, llega el aviso de que las autoridades sanitarias ponderan la posibilidad de usar provisionalmente el edificio como eventual extensión de la zona de hospitalización, en el caso de una escalada de afectados.

Una noticia que nos llena de alegría, donde ves la utilidad social de nuestro trabajo, la satisfacción de ver como todo el empeño, la dedicación, el esfuerzo de una obra especialmente larga y azarosa, la búsqueda compleja pero tenaz de belleza, evidencia su vocación de servicio. Y fugazmente se escapa una humilde sonrisa, íntegramente compatible con todo el dolor del momento presente.